Exposición MNAV - Agosto 2018

Notas de Prensa

C.V.

Proyectos

Instalaciones

Textiles

MIGRATIUM


Algunos intentan salir de su tierra repetidas veces, otros llevan años viajando para lograr sus objetivos de alcanzar una mejor vida. Varios nacen en el trayecto y muchos mueren en el intento.

Llegan día tras día arriesgando sus vidas en transportes que, por lo inseguros, pueden hacer fracasar sus intenciones. A veces atraviesan enormes distancias a pie, otras en trenes, camiones, o en frágles embarcaciones.

Provienen de diversos países y su futuro es incierto, son pasajeros de la incertidumbre.

Los apoyan ONGs de rescatistas, Cruz Roja o algunos gobiernos locales, pero antes de esa instancia pasan por otra en la cual son esclavizados por mafias, maltratados, manipulados, usados o castigados. Por ese motivo represento a los migrantes como hombres–paquete y para enfatizar el criterio estético en su mayoría están atados, a veces desgarrados, otras destripados o desflecados.

La historia de la humanidad es la historia de las migraciones. Los desplazamientos humanos que se han producido a lo largo de la historia me llevaron a investigar y a crear desde hace tiempo. Somos un mosaico de culturas, producto de esos constantes movimientos que crean una enorme interacción cultural, social y política en todos los tiempos.

En este momento estoy enfocada en las migraciones masivas actuales, que constituyen una terrible crisis humanitaria y aún no existen respuestas ni soluciones.

Para esta muestra, produje para la Sala 4 del Museo Nacional de Artes Visuales una instalación compuesta por casi 70 piezas que constituyen una travesía, una narrativa visual que hace pensar e interrogarnos acerca de estos desplazamientos que responden a motivos económicos, políticos, religiosos o de orden climático o de género.


Antecedentes

En 2010, produje y gestioné un proyecto interdisciplinario cuyo nombre era Ancestros. Para el mismo, invité a un grupo de artistas uruguayos y argentinos a trabajar sobre el tema de las primeras migraciones al Río de la Plata. Interactuamos también con los antropólogos Daniel Vidart y Anabella Loy. Las obras, producto de nuestra investigación fueron expuestas en la Alianza Francesa en 2011, luego itineraron al Bastión del Carmen de Colonia y a la Casa de la Cultura de Maldonado.

En 2015 continué con dicha investigación y me interesó crear Ancestros y Memoria. Para éste proyecto invité nuevamente a varios artistas uruguayos y argentinos a trabajar inspirados en características que cada uno quisiera destacar del grupo étnico al que perteneciera. Las mismas podían estar vinculadas a lo religioso, simbólico culinario, musical o a tradiciones y costumbres. También interactuamos con antropólogos, lo cual enriqueció muchísimo el proyecto. Las obras fueron expuestas en el Museo Zorrilla.

Nora Kimelman. Agosto 2018




“Háblame musa de aquel varón de multiforme ingenio que […] anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres…”

Homero. Odisea, Canto I

Migratium: una reflexión artística sobre travesías migratorias


La actual exposición de la artista Nora Kimelman en el MNAV está centrada en el tema de las migraciones. La temática -de repercusiones sustanciales en el panorama del mundo actual como a lo largo de milenios- es abordada insistentemente por la artista desde enfoques que atienden a procesos de memoria personal y colectiva.

“Llegan día tras día arriesgando sus vidas en transportes que por lo inseguros, pueden hacer fracasar sus intenciones. A veces atraviesan enormes distancias a pie, otras en trenes, camiones o en frágiles embarcaciones […] su futuro es incierto, son pasajeros de la incertidumbre”.

La historia de la humanidad es la reiteración milenaria de trasiegos poblacionales, pujos de expulsión en forma de invasiones, conquistas, necesidades económicas, enfrentamientos, persecuciones; también de intercambios, transformaciones de pueblos, unos en otros. Se agregan motivaciones individuales, espíritus aventureros que abrigan pulsiones de salida, el sentido del “viajero” (aunque este pertenece a otra categoría de la peripecia que aquí se narra), la larga historia humana de peregrinajes que también ha significado- y significa hoy hasta el escándalo y el estupor- la necesidad de salir del peligro.

Además de exhibiciones individuales como la que nos convoca, Kimelman ha ideado y producido proyectos artísticos convocando a colectivos creativos hacia propuestas expositivas de reflexión y evocación con un eje temático en común, articulado desde técnicas y poéticas individuales. Surgen así las exposiciones “Ancestros” y “Ancestros y memoria”, entre otras, para las cuales se nuclearon también antropólogos y escritores con aportes multidisciplinarios. Migratium guarda con ellas varios hilos conceptuales en común.

Podemos apenas avizorar los sentimientos contradictorios de quienes migran: esperanzas, miedos, urgencias, incertidumbres. Viene a cuento aquí la feliz expresión del escritor argentino Silvio Huberman a propósito de las migraciones: estamos porque vinieron; nos motiva a observar su otro rostro: estamos porque se fueron. El acto de migrar se desarrolla entre partir y llegar. Entre emigrar e inmigrar habita el tránsito de un doble proceso. Por tanto, la travesía sugiere aspectos de profundas repercusiones cuyos impactos temporales son más dilatados que el viaje en sí mismo.

Los fenómenos migratorios desde la prehistoria generaron poblamientos continentales y, junto con ellos, procesos no exentos de dificultades sociales de aceptación y rechazo, en los que más tarde o más temprano se generan trasiegos y amalgamas culturales nuevas. Mientras tanto, y en cada espacio de recepción poblacional, han existido, y existen en el presente, conflictos latentes o manifiestos entre los derechos de los ya afincados frente a la vulnerabilidad que impone el flujo poblacional. Entre ellos muchas veces se incluyen pautas culturales innegociables por parte de los recién llegados.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX el Uruguay- un país casi vacío abierto al poblamiento- se transformó en receptor de aluviones migratorios de europeos quienes en su mayoría arriban bajo desesperantes necesidades económicas. Los giros políticos en Europa, que devinieron en las conflagraciones mundiales del siglo XX, vuelven a expulsar a poblaciones en peligro, violencia o pobreza. La conmovedora frase de José Batlle y Ordóñez al iniciar sus discursos, “Uruguayos todos; vengan de donde vengan”, resume tanto un tono de época como la voluntad de un republicanismo integrador de procedencias disímiles, que se mantuvo con fuerte proyección en nuestro imaginario colectivo: la idea de país como “lugar de promisión”. Sin embargo, este mismo país asumido como receptor e integrador, también ha sido expulsor poblacional: la inmigración funcionó tempranamente como reemplazo de la emigración. Desde miedos y necesidades afines, desde demandas económicas o persecuciones políticas, los uruguayos también vivieron exilios y emigraron.


Juegos formales combinatorios: maderas, ensamblaje y arte textil

La propuesta expositiva Migratium es concebida por Nora Kimelman como una instalación de montaje austero en la que prevalecen bases blancas dispuestas de manera lineal. Las bases son soportes de la mayoría de las obras conformada por unas 70 esculturas de ensamblajes, que incluyen elementos textiles, modalidades que han ido prevaleciendo a lo largo de su desarrollo plástico. El conjunto configura su personal representación simbólica de todas las travesías migratorias.

“De manera creciente comenzó a interesarme las maderas con historia. Recorrí desguazaderos, […] casas de demolición, […] maderas del puerto [partes de esos viejos barcos]. El encuentro no es solo con la madera como material natural, en bruto, sino con las maderas transformadas por el tiempo”.

Esta adherencia reflexiva a la carga de memoria del material como proyección de memorias, presentes en las propuestas expositivas que se han mencionado, hablan de la pertenencia de Kimelman a uno de los ejes discursivos más notorios del arte uruguayo desde mediados de los años ochenta, cuyo foco es la memoria entendida en narrativas de identidad. Para el crítico Gabriel Peluffo: “[…] Se trata de una pregunta cuyas respuestas y reflexiones adquieren ribetes obsesivos en los años noventa. […] La memoria social como cuerpo victimado, la reconstrucción de una memoria crítica, la identidad personal como reconocimiento de memorias rotas, la reconfiguración de las fronteras entre memoria pública y privada, e incluso la descalificación irónica de la memoria colectiva como un legado, síndrome de parricidio cultural […].”

La madera como elemento fundamental en sus creaciones escultóricas fue poblándose de otros elementos encontrados, preferentemente metales, fragmentos con reminiscencias añosas de viejas maquinarias o algunos objetos como las llaves, que en esta muestra adquieren especial significación. La mayoría de las piezas emulan embarcaciones y su conjunto una multitudinaria marcha, línea punteada de un mapa imaginario carente de precisas señales geográficas.

Discurso de travesías

Cruzan fronteras, mares y océanos. De un lado a otro del mundo. Un baúl, una valija, un bulto permitido; para muchos solo lo puesto. Cada pieza escultórica contiene pequeños fardos o paquetes de tela que la artista dispone con actitud lúdica: parecen trepar, se apiñan, se desploman. Aparecen tajeados, tirados, ordenados, atados. Adquieren comportamientos casi humanos, se antropomorfizan. Llevados a grandes dimensiones terminan acumulándose en un extremo de la sala a modo de final del viaje: se presentan manchados, destripados, exhaustos, acaso signifiquen los que llegan. Estos “paquetes textiles” se muestran solos en un extremo de la sala, independientes de las esculturas de madera a modo de final de exposición, sin más apoyo que el piso. Los fardos o paquetes sugieren la doble condición de ser equipaje o pasajero. La inclusión textil en sus instalaciones es frecuente en el recorrido artístico de Kimelman, que incurre en este tipo de técnicas desde principios de los años ochenta, logrando fusionarlas con seguridad a sus ensamblajes. Constituyen el material blando, humano.

Los que emigran llevan un gran peso. Más que objetos se trata de un acervo inmaterial que con el tiempo amalgamará en el territorio de llegada. Dicho proceso de intercambio se inicia en la propia travesía. Portan sus idiomas, gestos, sabores, cuentos, refranes, frases, cantos -para dormir bebés, para rezar con los distintos nombres de dios, para festejar matrimonios, letanías para los muertos-, recetas de cocina, bailes y rondas, puntos de aguja, bordados, ideas revolucionarias, consignas políticas, fiestas de cosechas, almanaques con diferentes feriados, internacionalismos, justicias universales, injusticias inconmensurables, ilusiones, tristezas, nostalgias, asombros, incertidumbres, memorias.

Como la mayor parte de la población de este país, Nora Kimelman es descendiente de emigrantes. Con distancias y cercanías temporales observa el fenómeno de migrar considerándolo en general con implicancias que refieren a desprendimientos penosos, dramáticos y también esperanzadores. De esa experiencia de transmutación nacida del viaje y del encuentro, los cruzamientos en vaivén facilitan tarde o temprano el mestizaje cultural. Las migraciones mezclan las culturas más porfiadas en mantenerse iguales a sí mismas.

De esas salidas y llegadas surgen aprendizajes mutuos de transculturación, no sin reservas y conflictos, aceptaciones y rechazos, filtraciones lingüísticas, espirituales, ideológicas, y de todo tipo de costumbres. Muchas de ellas son sostenidas contra el olvido en rituales parsimoniosos que registran orígenes; otras tantas pierden su génesis, y su frontera, convirtiéndose en partes constitutivas pero sin inventario. La exposición de Kimelman bordea estas encrucijadas, apuntando a la travesía del viajero, ese sujeto en aparente espacio de espera y suspensión que media entre el salir y el llegar. Ella misma se sabe parte hereditaria de recorridos milenarios.

María Eugenia Grau